11 de noviembre de 2009

La vida está en otra parte


…El pintor quería que Jaromil dibujara, siguiendo su propia fantasía, algo parecido. «Pero ¿qué tengo que dibujar?», preguntó el muchacho y el pintor le dijo: «Dibuja una línea; dibuja una línea que te guste. Y recuerda que un pintor no está en el mundo para copiar, sino para crear en el papel el mundo de sus líneas.»
«Fíjate —el pintor se acercó a él— qué maravillosamente dibuja Salvador Dalí», y colocó frente a él una estatua de yeso de una mujer desnuda: «Hemos descuidado el arte de dibujar, y eso es un error. Primero tenemos que conocer el mundo, tal como es, para poder luego cambiarlo radicalmente», y el cuaderno de Jaromil se llenó de cuerpos de mujer, cuyas proporciones corregía y retocaba el pintor.
«Fíjese qué curiosa coincidencia. En los dibujos que me enseñaron hace años, las personas tenían cabezas de perro. En los que me ha traído hace poco aparecen mujeres desnudas, pero todas sin cabeza. ¿No le parece a usted elocuente esa negativa constante a reconocerle al hombre su rostro humano, a reconocer lo humano del hombre?»
«Por supuesto que no llegó hasta esos dibujos a través de ninguna meditación pesimista —dijo el pintor—. El arte se alimenta de fuentes diferentes de las de la razón. Lo de pintar personas con cabeza de perro o mujeres sin cabeza se le ocurrió a Jaromil de manera espontánea; posiblemente no supo cómo ni por qué. Ha sido el subconsciente el que le ha sugerido esas imágenes extrañas, y que, sin embargo, no carecen de sentido. ¿No le parece que existe alguna relación secreta entre esa visión suya y la guerra que sacude cada una de las horas de nuestra vida? ¿No le ha quitado la guerra al hombre su rostro y su cabeza? ¿No vivimos en un mundo en el que hombres sin cabeza no saben hacer otra cosa que desear un trozo de mujer sin cabeza? ¿No representa una visión realista del mundo el más tremendo de los engaños? ¿No es mucho más veraz el dibujo infantil de su hijo?»
…pero el pintor hablaba solo, hablaba de la fantasmagoría de la guerra que, al parecer, superaba en mucho a la fantasía de la pintura moderna, hablaba también del horroroso cuadro que ofrece un árbol con sus ramas entretejidas con trozos de cuerpos humanos, un árbol con dedos y desde cuyas ramas nos está mirando un ojo. Y después habló de que en esta época no le interesaba nada más que la guerra y el amor, el amor que se vislumbra tras el mundo sangriento de la guerra
«No quiero que me des nada más que tu libertad, tu exclusiva y absoluta libertad»
«Lo peor no es que el mundo no sea libre, sino que la gente se haya olvidado de la libertad»
«Si no podemos cambiar el mundo, cambiemos al menos nuestra propia vida y vivámosla con libertad», decía. «Si cada vida es única, saquemos de ello todas las conclusiones; rechacemos todo lo que no sea nuevo. Es necesario ser absolutamente moderno», citaba a Rimbaud…”


-Milán Kundera, 1973-

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